Nos encontramos en noche estival,
tus ojos fijos, mi pulso inmortal,
fuimos por café y, con breve osadía,
se unieron las manos en lenta armonía.
Las horas tejieron un lazo sutil,
con cada caricia más frágil abril,
en labios de fuego nació la certeza,
de amarnos sin pausa, sin miedo o tristeza.
Las hojas cayeron en oro y marrón,
los vientos trajeron la fría estación,
el tiempo, tirano, tejió su frontera,
dejando distancias, cubriendo la espera.
Bajo las lluvias, mi piel te llamó,
las noches sin luna tu voz susurró,
mas entre la sombra creció la esperanza,
pues nada nos quiebra, ni el hielo ni el alba.
Hoy en la nieve florece el deseo,
nuestros suspiros deshielan el suelo,
las manos se encuentran, los labios proclaman
la llama dormida que siempre nos llama.
El frío se rompe, regresa el latido,
al fin del invierno renace el olvido,
las sombras se rinden, la espera termina,
y el beso esperado nos une en la vida.