Nos debemos un viaje,
uno donde el tiempo no pese,
donde la prisa no nos alcance
y el mundo sea solo el eco de nuestra risa.
Nos debemos un amanecer sin despedidas,
una carretera sin destino,
un mapa dibujado en el aire
con cada paso que demos juntos.
Tomados de la mano,
seremos dos niños corriendo entre sueños,
explorando paisajes escondidos
en la ternura de nuestras miradas.
Presumiré al mundo que camino a tu lado,
que soy el viajero de tu risa,
el que en cada estación encuentra un motivo
para amarte más que ayer.
Nos debemos el viaje donde seamos libres,
donde las dudas queden atrás,
y el único boleto válido
sea la promesa de no soltarnos jamás.