No soy el amor del amor de mi vida,
ni la brisa que roza su risa callada,
ni la sombra en sus pasos cuando la aurora
dibuja su nombre sobre la madrugada.
Soy apenas un eco, un murmullo en la nada,
un deseo escondido en la voz de la lluvia,
el reflejo de un sueño que nunca despierta,
la ceniza danzante de una estrella en penumbra.
Quisiera ser su aurora y su ocaso,
la senda que sigue, el faro en su niebla,
el hilo de luz que entrelaza sus días,
su refugio en la tormenta, su certeza eterna.
Quisiera caminar con ella en las mañanas,
con los dedos anclados, con el alma desnuda,
que el alba nos cante secretos dorados,
que el tiempo nos vea sin miedo ni dudas.
Su nombre es un río que se lleva mis días,
un roce de fuego que nunca me quema,
es sal en la brisa, perfume en el alba,
es todo lo bello que el viento me niega.
Es mar en la arena y luna en la espuma,
es tierra mojada después de la lluvia,
es faro en la noche, la llama encendida,
es todo en el mundo… excepto la mía.
Ella es la aurora, la luna, la estrella,
la ola que nunca regresa a mi orilla,
y yo solo un faro que aguarda en tinieblas,
porque no soy el amor del amor de mi vida.